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    ULTIMO NÚMERO DE CUTURA MASONICA

    • Fecha:24-06-2014
    ULTIMO NÚMERO DE CUTURA MASONICA

    El número de julio de 2014 de la prestigiosa revista CULTURA MASÓNICA dedica sus páginas a una de las masonerías probablemente más desconocida y menos divulgada: LA MASONERÍA EGIPCIA.

    EDITORIAL

    El número 18 de CULTURA MASÓNICA dedica sus páginas a una masonería un tanto sumida en el olvido, si no en la indiferencia un poco altiva de las corrientes masónicas de corte más social o filosófico. Se trata de la masonería egipcia, a veces llamada sin demasiado acierto masonería egipciaca.

    En efecto, son muchos los masones que miran con cierta desconfianza todo lo que lleva impreso la «marca» egipcia, basándose en una prenoción negativa de algún modo justificable por el uso incorrecto y oportunista que algunos hicieron —y hacen— de los cimientos esotéricos de la masonería. A este recelo hay que añadir el secular acomplejamiento de muchas obediencias masónicas por no parecer una secta, que naturalmente no es, por distinguirse de otras sociedades pretendidamente iniciáticas, que sí son sectas en el sentido más abyecto de la palabra, y por parecer, en definitiva, simples asociaciones culturales.

    Un escenario como este, lleno de «prejuicios», carente de información veraz y solvente en muchos casos, ha afectado de forma muy adversa a la auténtica realidad de esta masonería antigua y tradicional, envolviéndola en un aire casi podríamos decir que «fraudulento» para algunos.

    Sin embargo, nada más lejos de la realidad. Si eliminamos esas ideas preconcebidas de oscurantismo brujeril y abordamos con mente abierta las claves y fundamentos de este tipo de masonería, es probable que descubramos, precisamente, lo que muchos esperábamos encontrar antes de ser iniciados: un enriquecedor y, en cierto modo, misterioso mundo interior (esotérico), más que el «simple» mundo exterior (exotérico) que al final suele ofrecer la masonería, digamos, mayoritaria.

    Con el paso de los años —de los siglos, en nuestro caso— la masonería ha acabado por convertirse en objeto de sí misma. En algunos casos ha dejado de ser un medio para que el masón logre un buen fin, cual era su razón de ser primordial, quedándose enfrascada en la lucha por explicarse a sí misma y, lo que es peor, por superar las contradicciones que ella misma va creando con el avance de los tiempos y las nuevas interpretaciones de sus miembros.

    En principio todas las masonerías son positivas. Estamos hablando de un importantísimo legado humanista que ha servido de base ética y moral —e incluso económica— para la construcción de las actuales y prósperas sociedades democráticas. El valor añadido que para estas han representado a lo largo de los últimos siglos es incuestionable, mal que le pese a sus fieles denostadores. La cuestión ahora, quizás, es si también han servido y sirven realmente para la construcción del edificio interior de quienes las pueblan (hablamos siempre de «masonerías», en plural, cosa que no es ninguna desgracia, sino más bien todo lo contrario por lo mucho que se enriquece su patrimonio).

    Cuando abordamos esta vertiente de las masonerías, su repercusión, efecto, resultados, consecuencias… en el sujeto receptor, es cuando el masón se enfrenta con la dura cuestión «de la cuenta de resultados». ¿Nos ha servido y nos sirve la masonería que practicamos para mejorar nuestro balance final o nuestro balance de situación? Aquí es donde uno debería valorar la masonería que practica.

    Frente a los indiscutibles beneficios que la masonería de corte social aporta, por la sociabilidad que representa, por el compromiso social que supone, por la recompensa ética que representa, y frente a los no menos importantes beneficios de la masonería de perfil filosófico, no me refiero al trabajo en los grados filosóficos, sino a la masonería que trabaja en el plano del debate filosófico e intelectual a través de planchas y otros trabajos de exposición y reflexión, existen otras «alternativas masónicas» que se ciñen casi exclusivamente a la vivencia iniciática propia en sus planos esotéricos o interiores. Y entre ellas tenemos que destacar, sin duda alguna, la masonería egipcia.

    CULTURA MASÓNICA es una publicación que aspira a cubrir y a ahondar en todas las opciones de la masonería. Queremos que tanto los masones como quienes no pertenecen a la masonería (me resisto a usar ese feo e improcedente término de «profano» para el que no está iniciado) puedan tener al alcance de la mano y en todos los formatos que la tecnología permite, lo más valioso de todo: la información. Una información avalada siempre, en todos nuestros números, por conocedores de gran relevancia mundial de cada tema que tratamos.

    En este número de la revista pusimos un especial empeño en mostrar al público lector en general y a la sociedad masónica en particular, el mágico atractivo de la masonería esotérica, sin complejos, la masonería más íntima, la que realmente trabaja en la construcción del templo interior y de verdad deja fuera los metales antes de iniciar los trabajos.

    Esperamos abrir aquí una nueva puerta, sembrar una nueva inquietud en muchos masones y, siguiendo una alegoría de la propia masonería egipcia, quitar uno más de los muchos velos de Isis. Les dejamos en las arenas de Menfis. Que tengan una buena travesía llena de grandes descubrimientos.