El mayor catálogo del mundo de libros de masonería en castellano

    La verdadera historia del Réquiem de Mozart

    La verdadera historia del Réquiem de Mozart

    Ver colección aquí.

    Ver libros aquí

    Nota: la historia del Réquiem de Mozart no tiene que ver con la masonería. Bueno, si se quiere, tangencialmente, pues Mozart era masón; además, según diversas páginas webs, también lo era la persona que encargó y pagó el Réquiem; y sin duda era masón la persona que propuso que fuese Mozart quien compusiese tan magna obra. En cualquier caso, la historia del Réquiem no es una historia masónica. No obstante, dada la importancia de Wolfgang Amadeus Mozart para la cultura universal, así como la enorme popularidad de su Réquiem, me ha parecido oportuno dejar de manera permanente en el blog esta entrada en la que expongo de manera detallada los acontecimientos y circunstancias que rodearon la composición de esta obra inmortal.

    Sobre el Réquiem de Mozart se han escrito innumerables libros, en los que los distintos autores desmenuzaban las cuestiones musicológicas y técnicas de una obra profundamente compleja, como son todas las obras del Mozart de madurez. El hecho de que el salzburgués dejase el Réquiem inconcluso convierte en objeto de análisis quién y cómo concluyó las distintas partes; pero esta cuestión queda en segundo plano cuando nos adentramos en la genialidad de la música mozartiana. El Mozart que escribió el Réquiem había creado ya con anterioridad óperas fundamentales como Le Nozze di Figaro, Così fan tutte o Don Giovanni (en la modesta opinión del que escribe estas líneas, la más sublime obra de ingeniería musical que jamás haya creado el género humano), amén de otra joya imperecedera como es Die Zauberflöte. El milagro mozartiano consiste en una bellísima y perfecta fusión entre música y teatro, de forma que partitura y acción ofrecen una unión tan íntima que nunca antes, ni nunca después, volverá a encontrarse. La partitura de una ópera mozartiana ofrece constantemente recursos que en otros compositores se considerarían como destellos de genialidad, pero que en Mozart resultan constantes, naturales e improvisados, y son empleados con un ánimo sencillamente funcional y para hacer llegar al espectador lo que está sucediendo sobre el escenario con absoluta transparencia. Más aún, en el teatro mozartiano son relativamente habituales las ocasiones en las que tiene lugar una mentira dentro del argumento, pero no obstante el espectador puede escrutar la auténtica realidad si es capaz abstraerse del texto y escuchar únicamente la música del compositor.

    Der graue Bote (el mensajero de gris)

    En la biografía de Mozart del catedrático checo Franz Xaver Niemetschek, que es la más antigua de todas las biografías del compositor (1798), aparece la historia del misterioso encargo de una misa de réquiem. Este relato fue recogido, prácticamente al pie de la letra, por Georg Nikolaus Nissen, el segundo marido de Constanze Mozart, lo que significa que la propia Constanze lo consideró fidedigno. Se da además la circunstancia de que, en ese mismo año 1798, Friedrich Rochlitz, editor del Allgemeine Musikalische Zeitung, a quien Constanze había conocido mientras viajaba por Alemania en 1796, publicó una serie de anécdotas sobre Mozart basadas principalmente en datos que ella le había proporcionado. De hecho, algunas de las anécdotas de Rochlitz, que estaban numeradas, se incluyeron de forma más o menos literal en la biografía de Nissen, por lo que se les puede atribuir prácticamente la misma autenticidad que a Niemetschek. La historia que se construye tomando en cuenta estas tres fuentes es harto conocida: a finales de julio de 1791 un desconocido de edad madura y vestido de gris descendió de un carruaje y tocó a la puerta de casa de los Mozart. Representaba a un noble que deseaba permanecer en el anonimato. Entregó una carta a Mozart en la que su señor alababa su habilidad como compositor, y deseaba que le compusiese un réquiem para un familiar muy querido que había fallecido recientemente y al cual deseaba honrar. Tan sólo ponía una condición: Mozart nunca debería intentar conocer la identidad de la persona que se hallaba detrás de este encargo. Tras consultar a Constanze, que se hallaba presente, el compositor accedió, estableciendo un precio de 50 ducados, pero sin fijar una fecha para la conclusión del mismo. El compositor le entregó un primer anticipo y partió. Mozart se hallaba sumamente interesado ante el hecho de escribir un réquiem, fórmula musical que no había desarrollado antes, y esa misma noche tomó papel, pluma y tinta, y se puso a la tarea de escribir una misa de difuntos que poco a poco se convertiría en una obsesión, conforme se fue asentando en él la creencia de que el réquiem en el que estaba trabajando era el de su propia muerte. No obstante, aparte de otras cuestiones, la idea de llevar a cabo una importante obra litúrgica sin duda hubo de agradar a Mozart, pues tan sólo unas semanas antes él había solicitado al ayuntamiento de Viena ser nombrado ayudante de Kapellmeister (el cargo de ayudante no conllevaba sueldo), de la Catedral de San Esteban, en la esperanza de suceder al Kapellmeister Hofmann. El ayuntamiento concedió a Mozart su deseo, pero este murió antes que Hofmann.