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    CAFÉ MASÓNICO CON AMANDO HURTADO

    • Fecha:22-06-2013
    CAFÉ MASÓNICO CON AMANDO HURTADO

    Queremos iniciar esta serie de Cafés Masónicos con una auténtica referencia de la masonería actual. Hablamos de Amando Hurtado, un autor que está en la biblioteca de muchos masones, casi todos los de cierta antigüedad, y en la de muchas personas que, sin ser masones, han sentido en algún momento curiosidad por la masonería. Autor de obras como Nosotros, los masones, Por qué soy masón o Respuesta masónica, con su oratoria clara y contundente, Amando Hurtado ha dado mucha luz a la masonería en el contexto de una sociedad siempre un poco desconfiada frente a ella.

    CM.- Querido Amando, es un verdadero placer iniciar esta serie de Cafés Masónicos, no sé si sería mejor decir Cafés Socráticos, con alguien con una trayectoria masónica como la tuya. Bueno, hablemos para empezar de la masonería española, de la que eres tan fiel representante. Habiendo pasado ya de los 30 años de edad —me refiero, claro está, a la nueva época—, ¿crees que en España hemos llegado siquiera a la pubertad masónica?

    AH.- El placer es mío, querido Ignacio. Si obras son amores, tu dinamismo no va a la zaga de ningún otro por estos pagos. Verás: yo no me considero fiel representante de la masonería española, sino que me siento integrado dentro en esa añorada Cadena de Unión universal, repleta de matices, que invocamos siempre los masones.

    Como he señalado en varias ocasiones, llegué al mundo masónico español recién iniciada de década de los 90, en momentos de gran inestabilidad institucional, a pesar del tiempo transcurrido desde el levantamiento de la barrera legal, en 1979. Los masones con los que yo entré en contacto entonces tenían un repertorio muy poco didáctico, partiendo de un falso concepto de “iniciación” que veo que perdura aún en el lenguaje de algunos Hermanos, confundiendo la “afiliación” o ingreso en una Logia con el proceso de íntima evolución que el neófito “inicia” voluntariamente al acceder a la Orden. Es ésa una metonimia imprudente, que ha tenido efectos nefastos, en muchos casos.

    Dos años después de mi afiliación-iniciación nos integramos los Hermanos de mi Logia en la Gran Logia de Francia. Personalmente, puedo decir que fue a partir de aquel momento cuando comencé a sentirme “recipiendario” del mensaje masónico cuyos únicos vectores son los Maestros transmisores de nuestra tradición filosófica (o si se prefiere, de nuestro talante filosófico) y el método simbolista desarrollado gradualmente. Por supuesto, esa concienciación no es patrimonio exclusivo de ninguna Obediencia, pero yo aprendí a vivir la Masonería en el seno de la GLDF.

    Por otra parte, no sé si es que en España nuestra Institución no ha logrado salir de la infancia o es que sigue padeciendo las consecuencias del peculiar complejo idiosincrásico que nos dificulta alcanzar la madurez lograda en otros países de lo que llamamos convencionalmente “nuestro entorno”. A la sociedad española le ha costado más que a otras aceptar algunos de los principios democráticos consubstanciales del ideal masónico. Una porción muy importante de ella aún está digiriendo la Carta de los Derechos Humanos. Ejemplos muy recientes, entre otros, podrían ser la confusión que produce aquí el concepto de laicidad, el rechazo de una normativa favorecedora de la educación ciudadana desde la infancia o la obligatoriedad, en cambio, de aceptar determinada formación religiosa. Sería importante analizar en qué medida influye el perfil social en el desarrollo de las formas de entender y practicar la masonería, tanto aquí como en otras latitudes...

    CM.- Y hablando ya de la masonería en el mundo, 300 años son poco tiempo en el cómputo de la historia, aunque a muchos nos parezca una eternidad, pero ¿crees que ha merecido la pena llegar hasta aquí? ¿Podemos reivindicar una vigencia de la masonería en esta sociedad tan preocupada casi exclusivamente por lo material, que no es poco, también hay que reconocer?

    AH.- Yo estoy seguro de que ha merecido la pena para miles de iniciandos. De lo que no estoy tan seguro es de que podamos sentirnos satisfechos respecto a lo logrado hasta ahora socialmente. No participo del optimismo entusiasta que observo en algunos al hablar de determinadas personalidades o acontecimientos históricos subrayando su calidad de masones o masónicos. Firmemente creo que el ideario masónico es inseparable del proceso iniciático al que me he referido antes y que lo que aporten individualmente los masones a los colectivos sociales en los que se hallen insertos dependerá de su forma de entender la iniciación, de su capacidad de actualizar el sentimiento de fraternidad universal –que habría de ser la meta común o “divisa” de la iniciación masónica– y de las características de la sociedad profana en la que se desenvuelve.

    Me parece evidente que no es posible reivindicar vigencia social alguna y creo que ello no implica contradicción. Para poner en vigor socialmente las ideas y las iniciativas que nuestra conciencia nos dicte hemos de integrarnos, como el resto de la ciudadanía, en las estructuras políticas por las que optemos. La Masonería (con mayúscula) es una orden iniciática en la que se ingresa por una estrecha puerta simbólica y en la que se nos ofrece la oportunidad de aprender a convivir en fraternidad, viéndonos reflejados los unos en los otros –que es una manera de conocernos mejor a nosotros mismos– buscando un perfeccionamiento personal que debe tener consecuencias sociales, por supuesto.

    Pero nuestra Orden no es ni una “iglesia” ni un partido con acatamientos dogmáticos, estructuras jerárquicas piramidales y universales, etc. Los grados masónicos expresan un orden en la búsqueda que emprendemos como iniciandos. En mi opinión, lo primero que habríamos de tratar de aclarar a nuestros conciudadanos es de qué estamos hablando cuando afirmamos tradicionalmente que la Masonería es una “Orden iniciática” (o “un Orden iniciático”, como se dice en francés). Iniciarse es emprender un camino hacia un mejor conocimiento de sí mismo a fin de alcanzar el mejor conocimiento “del mundo y de los dioses”, como rezaba el viejo aforismo socrático (y presocrático). Lo que humanamente se puede llamar Sabiduría es la sintetización en nuestra conciencia de la unidad universal y ésa es la meta final de la Iniciación masónica. Todo lo que vamos encontrando en el camino apunta hacia lo mismo e ir reconociéndolo gradualmente es avanzar en la iniciación.

    Por otra parte, en una época en la que la fragmentación de los dogmas y la confrontación de creencias religiosas conducen a los fanatismos, haciendo cada vez es más difícil hablar de valores universales, la sabiduría exige no sólo cautela, sino oposición a todos los “absolutos”, como diría nuestro Hermano Jean Daniel, no separando nunca los conceptos de libertad e igualdad y considerando la exaltación de la dignidad humana meta de toda acción social.

    CM.- ¿Crees que hemos conseguido hacer llegar nuestro mensaje a la sociedad, aún sabiendo que quizás esto no sea ningún deber para un masón?

    AH.- Como he puesto de relieve en uno de mis libros, llama la atención, respecto a la aspiración a la vigencia social de nuestro ideal de fraternidad, que en nuestra Orden se hayan dado paradojas como la que representa la creación de logias “para negros” en Estados Unidos (Prince Hall) o la discriminación de los judíos en la masonería alemana durante gran parte del siglo XIX (sin Hitler por medio) y en la inglesa, respecto a algunos “altos grados”, hasta nuestros días...

    La Masonería filosófica o especulativa instituída en Inglaterra, en 1717, nació en el seno de una cultura cristiana y esclavista que se aspiraba a superar creando un “centro de unión” en el que pudieran convergir fraternalmente los hombres de aquella sociedad. El lenguaje simbólico propuesto como método iniciático partía de aquella realidad social, pero contenía una vocación humanista y universalizadora que exigía la adaptación formal a otras concreciones culturales de los grandes postulados humanos que, aun no siendo definidos tal como lo son hoy, se hallan en el trasfondo común de todas las culturas con diferentes acepciones y formulaciones.

    Hicimos llegar el mensaje relativamente bien cuando los “imperios” (como el británico o el francés) imponían su modelo cultural en un mundo colonizado y es evidente que hemos pasado a una nueva fase de la globalización. Por ello, considero necesario adaptar el lenguaje transmisor masónico a tiempos y lugares para poder transmitir el mismo mensaje.

    El universo y su origen siguen siendo el Gran Misterio, si bien muchos de los que fueron “misterios” intermedios ya no deberían seguir describiéndose como tales. Ciertamente, podemos seguir utilizando el polisémico término “gnosis” para aludir a un sistema actualizado de “conocimientos” no religiosos, sino filosófico-científicos. No será extraño que en el siglo XXI se revise la terminología de los rituales redactados en Europa durante los siglos XVIII y XIX. Lo importante es el mensaje y no el mensajero. Me consta tambien que no es tarea simple....

    CM.- Permíteme una pregunta práctica, querido Amando. ¿Resuelve la masonería algo realmente trascendental del hombre de nuestro tiempo? Quizás sería mejor preguntar si puede resolver…

    AH.- La Masonería, como institución, no creo que pueda “resolver” nada. El masonismo, tal como lo entendía nuestro Oswald Wirth y como seguimos entendiéndolo muchos, es una opción muy válida para todos los tiempos humanos porque el Hombre se halla permanentemente en proceso de evolución, en un viaje eterno hacia lo que le trasciende, hacia lo universal.

    La búsqueda de las “verdades” que hay tras las apariencias de cuanto percibimos en primera instancia a través de los sentidos (y ése es el origen común de las ciencias y de las religiones) puede dar sentido a nuestra vida. Los masones somos conscientes de que esa búsqueda está condicionada socialmente y, por ello, postulamos determinados principios sistemáticos, como son la libertad, la igualdad, la solidaridad, la justicia, la tolerancia... y la fraternidad (capaz de sintetizar esas aspiraciones).

    CM.- Vivimos en un mundo de conflictos. Conflictos en todos los órdenes de la existencia, en lo social, en lo familiar, en lo vecinal, en nuestras relaciones íntimas… y la masonería no iba a ser menos. Por eso me gustaría preguntar a un hombre de tu experiencia si hay alguna fórmula, aunque sea un poco alquímica, para afrontar la triste realidad del «conflicto» en la masonería, que no podemos soslayar como hacemos normalmente cuando nos ponemos interesantes con nuestros temas filosóficos. ¿Te atreves a ofrecer algún consejo?

    AH.- Me haces la pregunta del millón, querido Ignacio...

    Desgraciadamente, mi experiencia no me incita a dar ningún consejo distinto de los que nos han venido dando los sabios y filósofos que en el mundo han sido y que tan frecuentemente ellos mismos fueron incapaces de seguir.

    Es muy aconsejable amar, pero tambien en eso existe el riesgo de confundir la palabra con la idea. “Ágape” es la acepción que mejor simboliza la idea del “amor” que tratamos de realizar en las logias, no siempre con éxito. Creo que, filosóficamente, el concepto de “compasión” es más asequible a todos, sintetizando empatía y simpatía. Más que alquímica, la fórmula sería búdica.

    CM.- En tu obra Respuesta masónica titulas una de las cartas, la que se dirige a Pedro Álvarez Lázaro, con «La fe masónica». ¿Es necesario llegar a tener fe en la masonería para seguir apostando por ella?

    AH.- Como explicaba en el texto que mencionas, importa mucho la relación y la distinción entre “fe” y su pariente semántico: la “con-fianza”. La fe es una convicción personal e íntima, implantada en nuestra conciencia a través de diversos cauces de los que dan cuenta psicólog

    os y psiquiatras (según los casos). Yo prefiero hablar de confianza, que es esperanza basada en experiencias propias y reiteradas. La confianza exige un análisis racional de sensaciones, hechos, intuiciones e ideas al que suelen renunciar quienes, emocionados o deslumbrados por alguno de esos móviles, evitan adentrarse en un análisis racional y crítico o lo suplantan mediante sofismas tranquilizadores.

    Yo confío en el ideario masónico porque se centra en el Hombre, en sus aspiraciones éticas y sociales, en el desarrollo de sus capacidades, en el respeto de su libertad y en la tolerancia activa o participativa, que no consiste en “soportar” las posturas opuestas, sino en aceptarlas como posible aportación a nuestra búsqueda personal. Confío en que se hace camino al andar y en que lo que hacemos nos hace. Por todo ello, creo que es bueno seguir apostando por la Masonería y por su necesaria evolución inteligente como institución.

    CM.- En tu libro Respuesta masónica también hablas en un momento de la «encrucijada». ¿Sería mucho preguntar cuál es para ti la verdadera «encrucijada» de la masonería? Muchos creen que hemos llegado al final de nuestro camino, que nuestro discurso existencial, encerrado en rocambolescos simbolismos, en una estética en cierto modo trasnochada, en cierta pretensión elitista y un tanto misteriosa de la cultura, ha quedado disuelto por la sociedad de la comunicación en la que navegamos ya de forma imparable. ¿Es esta nuestra encrucijada?

    AH.- Opino que las “encrucijadas” de la Masonería se han ido produciendo en sincronía con las evoluciones socio-culturales y que seguirán produciéndose, puesto que nuestro camino es humanista y no tiene final profetizable, a pesar de los malos augurios a los que siempre ha dado pie la historia de la humanidad. Como ya he dicho, creo que el siglo XXI exigirá cambios formales para la transmisión de nuestro mensaje permanente. No es nada probable que los humanos aceleremos nuestra evolución pasando a ser muy diferentes, ni siquiera mediante la ingeniería genética. Nuestra simbología debería asimilar algunos nuevos símbolos portadores de síntesis de conocimientos antes intuíbles e intuídos a través de los símbolos tradicionales. El lenguaje de nuestros rituales (que son métodos de transmisión) tambien deberá readaptarse. Algo de todo esto se viene produciendo desde 1717, habiendo dado origen a Obediencias con matizaciones filosóficas diferentes y tambien a corporaciones tal vez algo alejadas de una identidad masónica esencial. Sería necesario que en nuestro siglo se impusiese la sensatez y se intentase, mediante un Congreso mundial, armonizar la pluralidad de matices redefiniendo esa esencialidad dentro del paradigma cultural que se está esbozando con la globalización.

    En todo caso, la búsqueda iniciática, masónica o no, siempre será elitista en el sentido en que lo son las artes y las ciencias. No será nunca algo “popularizable”, aunque sí lo sean muchos de los conceptos socialmente asimilables que propone.

    CM.- Hablando de libros, que es lo nuestro, ¿hay algún autor, alguna obra, que te haya marcado especialmente? Me refiero en el ámbito de la masonería….

    AH.- Confieso que no estoy ya muy al día respecto a la abundante bibliografía masónica de estos últimos tres o cuatro años. Sé que en Francia se publican al menos una docena de libros anualmente. En mi pequeña biblioteca tengo aproximadamente 40 o 50 de los publicados entre 1995 y 2007. Pero, sin duda, quienes más me han impactado han sido Oswald Wirth y Daniel Beresniak, ambos autores punteros en la Masonería del siglo XX. Oswald murió en 1943, durante la ocupación alemana de Francia, pero tuve el placer y el honor de acompañar y conversar con Daniel durante su visita a Madrid, en 2002 (pocos años antes de su paso al Oriente Eterno).

    De Oswald Wirth me parece indispensable conocer sus libros básicos sobre el “Aprendiz”, el “Compañero” y el “Maestro” (integrantes de “La Francmasoneria hecha inteligible para sus adeptos”), “El idealismo iniciático” y varios de sus artículos publicados en la memorable revista “Le Symbolisme”, de la que fue cofundador. Del prolífico y muy querido hermano Daniel Beresniak creo especialmente destacables más de media docena de sus muchas obras, de las que la primera que cayó en mis manos, en 1990, fue “Le Gai savoir des batisseurs”. Entre otras, me permito recomendar tambien “Demain, la Franc-Maçonnerie” (La Francmasonería de mañana) y “La laicité” (La laicidad).

    CM.- ¿Y fuera del ámbito de la masonería?

    AH.- Fritjof Capra y tres de sus libros, en particular: “El Tao de la Física”, “Perrtenecer al universo” y “La trama de la vida”. Para mi, es un físico-humanista fundamental de nuestro tiempo, indispensable para abordar una interpretación contemporánea del simbolismo.

    CM.- Una pregunta un poco corriente, pero no por ello innecesaria. ¿Qué mensaje, breve y directo, le darías a un profano que esté leyendo esta entrevista y que tenga una, digamos, «curiosidad» por la masonería?

    AH.- Me pides una difícil brevedad. Creo que un koan zen puede equivaler a mil palabras. Permíteme reproducir un ejemplo muy conocido:

    Un Maestro budista zen se disponía a comenzar su lección, cuando, de pronto, penetró en la sala un ruiseñor que, posándose, se puso a cantar durante unos segundos antes de emprender de nuevo su vuelo y desaparecer. En ese momento, el Maestro hizo un gesto con la mano indicando que la clase había concluído. La escena presenciada debería producir en el ánimo de sus discípulos una reacción que él no podría explicar mediante el lenguaje convencional, que se expresa siempre con palabras y sonidos sustitutorios.

    La Masonería no pretende ofrecer respuestas prefabricadas ni definitivas a las preguntas en torno a las grandes incógnitas de nuestra existencia. Considerando que el Hombre es una extraordinaria sintetización del universo, propone la búsqueda de las posibles respuestas que se hallan fraccionadas en cada ser humano, en cada microcosmo. En consecuencia, propone la búsqueda en comunicación fraternal utilizando símbolos que estimulan “el despertar” de la mente.

    Quienes se preguntan “¿quién soy yo para mí mismo?”, “¿dónde me encuentro y qué hago aquí?” son potenciales buscadores de lo que en masonería llamamos “la Palabra perdida”.

    CM.- Para terminar, querido Amando, una breve encuesta casi tipo test. Contesta, por favor, con toda la brevedad de la que seas capaz.

    ENCUESTA RÁPIDA

    Una imagen de la masonería…  El Laberinto clásico.

    Un olor especial en la logia…  Cera virgen, sin humos.

    Una pieza musical para abrir una Tenida (Columna de la Armonía)…  ”La alegría de los Hermanos”, de Mozart.

    Una para cerrar los Trabajos…  Alguno de los cantos satíricos de “Cármina Burana” (de K.Orf)

    Un Rito…  Sólo practico el R.E.A.A., aunque me interesa tambien el Rito Francés, en su versión original.

    Un hermano o una hermana…  Daniel Beresniak

    Una ceremonia (masónica)…  El encendido de luces ritual.

    Un momento de una Tenida…  Escuchar la primera plancha de un Aprendiz.

    Un personaje histórico para tomar un Café Masónico…  Diego Martinez Barrio

    Tu mejor ágape masónico…  Un solsticial de Invierno, en Logia.

    Una plancha excelente o un buen Café Masónico con varios hermanos…  La plancha del Gran Orador del S.C.d.F.sobre “el Logos”, en Paris, diciembre de 2002.

    Un país para la masonería…  Francia

    Un deseo para la masonería…  España

    Un lamento por la masonería…  ¡España!

    Para terminar, ¿por quién brindarías para terminar un ágape?...  Por los buscadores de Conocimiento comprometidos con su causa.

    Muchas gracias, querido Amando. Muchas gracias por tu tiempo, por tu humanidad y por compartir con todos tu experiencia.